lunes, 14 de febrero de 2011

ESPIRITUALIDAD DE LA RECONCILIACIÓN

ESPIRITUALIDAD DE LA RECONCILIACIÓN
LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS
“LA NARRACIÓN DE LO SUCEDIDO”

“El les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó”.  Lc.  24,19-21
Cuando se comenta de forma tan apasionada una experiencia reciente, es porque se trata de un hecho de gran importancia, cuyo significado y alcance no están claros para aquellos a quienes afecta y por eso es necesario contar una y otra vez lo acontecido, para poder integrarlo así en la historia de sus propias vidas.
Esta vez a los discípulos de Emaús lo narrado no termina de cuadrarles.  La historia de Jesús, con su final tan decepcionante, se ha convertido para ellos en una carga; esta es también la experiencia de muchos de los que tienen que enfrentarse con un pasado doloroso.  Las palabras pueden ser las adecuadas, pero todavía falta algo.  Hay algo que todavía no encaja.  En el relato de Emaús  es la fe lo que hace falta.
Cuando se escucha a la gente que ha experimentado la reconciliación, a personas que han sobrevivido a la violación de sus derechos humanos y cuya humanidad ha podido ser restaurada, se puede descubrir que este cambio de perspectiva aparece siempre como un importante punto de reflexión.  Da una nueva orientación al relato de lo ocurrido sin atenuar por ello su gravedad.
El contar la historia desde un ángulo diferente, obra la curación de la memoria.
En los procesos de reconciliación, éstos son momentos de gracia.  Para los discípulos del camino de Emaús, el momento de gracia fue cuando de manera paulatina sintieron que sus corazones se conmovían conforme oían la nueva versión de su relato.  Pero en realidad no fue la manera de narrar aquella historia lo que provocó el cambio, sino algo que hizo el extraño: la forma en que bendijo y partió el pan. Sólo entonces se les abrieron sus ojos.
Un momento de gracia, es el momento en el que de repente la perspectiva se modifica, se insinúa un nuevo significado que se abre a una senda que nos aleja de la confusa maraña de recuerdos, emociones y relatos asociados con la muerte.
El momento de gracia se da cuando logramos la curación de la memoria.
(Tomado de: SCHREITER, Robert J.  “el ministerio de la reconciliación”  pág 68-73.)