miércoles, 27 de abril de 2011

¡Feliz Pascua!

¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya! Después del camino cuaresmal, podemos celebrar el día más grande de la historia. Por la Resurrección del Señor se abre para todos los hombres y mujeres del mundo una nueva esperanza, porque celebrar la Pascua no es conmemorar un acontecimiento del pasado, sino una realidad que está sucediendo. Jesús la vivió hace 2000 años, pero ella está actuando todavía en nosotros. El Resucitado sigue sembrando vida en toda la humanidad.

Cristo ha resucitado. Qué reconfortante resulta esta proclamación y esta certeza en medio de tantas noticias, que cada día nos hablan de egoísmo, injusticia, violencia, corrupción y muerte… Porque si el mal quiere conducirnos a la oscuridad y al pesimismo, la Resurrección del Señor nos manifiesta que en la historia camina también un poder de luz, de vida y de salvación, que en Cristo ha comenzado su victoria definitiva.

Esta celebración gozosa de la Pascua del Señor debe comprometernos, de un modo concreto, con el movimiento de la vida que Dios ha puesto en marcha. Hemos sido incorporados a Cristo, muertos con él, sepultados con él, para que vivamos para Dios en él. Es la perfecta solidaridad. Jesús se identificó con nuestras limitaciones y asumió nuestra muerte; nosotros tenemos que identificarnos con su triunfo sobre el pecado y con su vida nueva.

La Pascua de Cristo es nuestra Pascua. Tenemos que aprender a salir de la superficialidad y de la rutina de cada día y entrar en la dinámica del Resucitado para "buscar los bienes de allá arriba". Deberíamos escuchar el anuncio de la Resurrección del Señor como si fuera la primera vez que se proclama y permitir que renueve en serio nuestra vida, dejándonos guiar por una fe viva, una esperanza alegre y un amor creativo.

La luz que hemos encendido en la noche de Pascua debe iluminar todas las incertidumbres y tristezas de nuestra existencia personal y social. La Palabra que hemos escuchado debe guiar y fortalecer nuestros pasos vacilantes, dándonos la seguridad de que Dios dirige nuestra historia. La alianza bautismal que hemos renovado debe mantenernos en el gozo de estar sumergidos en la Trinidad y de haber iniciado un proceso de crecimiento, que no termina jamás.

En la Eucaristía que celebramos, desde la totalidad de su donación, Cristo nos ha introducido en la vida nueva, la vida del amor. Ahora podemos experimentar la Resurrección venciendo el mal a fuerza de bien, entregándolo todo para devolver el movimiento siniestro del egoísmo, que aniquila el proyecto de Dios. La Eucaristía es Resurrección: "el que come de este pan, no sabrá lo que es morir para siempre".

Con esta certeza y estos sentimientos, extiendo mi más cordial saludo de Pascua a los sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos de la Arquidiócesis de Medellín. Con la alegría de Pascua, hago llegar mis mejores votos a todos los servidores, benefactores y amigos de esta Iglesia particular. Con la fuerza salvífica de Pascua, dirijo a todos un llamamiento para que no cedamos en el compromiso y en la esperanza del Reino de Dios. ¡Felices Pascuas! ¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya!

 
 

+ Ricardo Tobón Restrepo
Arzobispo de Medellín

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